Desde que venimos al mundo, tanto en el hogar como en la escuela, los seres humanos recibimos enseñanzas en tanto miembros de grupos familiares y sociales (los que ya están ahí antes de nacer nosotros); enseñanzas que nos inculcan compromisos internos y externos para con los distintos grupos de pertenencia. Maduramos en la medida que asumimos la responsabilidad de responder a esas obligaciones, y nuestras decisiones impactarán de manera positiva o negativa a nivel social; con sus resultados se conocerá el grado de ética (individual o grupal) con que han actuado todos los actores sociales involucrados.
Tanto en el pensamiento latino como en el anglosajón existen ideas parecidas –aunque a veces contradictorias- como en “Contrato social” y “Tratados sobre el gobierno civil”:
“Cada uno de nosotros pone su persona y todo su poder en común bajo la dirección suprema de la voluntad general, y, en nuestra capacidad de incorporados, recibimos cada uno como una parte indivisible del todo”[1].
“La Libertad del hombre bajo gobierno no es la libertad para hacer lo que desee sino para tener una regla por la cual se puede vivir, común a todos en esa sociedad”2.
Estamos hablando de seres responsables. Cada individuo tiene la capacidad de desarrollar un sentido de responsabilidad que formará su conducta e influirá en su medio. Hay influencias negativas, resultantes de decidir abstenerse de actuar, de ser
pasivos. Otras positivas, que responden a decidir involucrarse y participar, de ser
proactivos.
ORGANIZACIONES RESPONSABLES
Diversas organizaciones internacionales bajo el paraguas de la ONU han desarrollado normativas aplicables de manera de generar respuestas proactivas de parte de los individuos y grupos sociales. Son las que surgen de encuentros interdisciplinarios y multisectoriales en forma de “leyes blandas” con la denominación de “acuerdos” o “declaraciones”; por ejemplo la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” (1948).
Para los miembros de la comunidad de fe en Jesucristo, ese paraguas de contención lo provee la iglesia novotestamentaria, bajo la cual coexisten las iglesias locales que predican y practican el amor de Dios y diversas asociaciones e instituciones fundadas con un enfoque bíblico cuyos objetivos son la capacitación, entrenamiento, cooperación y ayuda hacia los más necesitados. De todas esas sociedades surgen pautas proactivas de conducta pues lo que buscan sus integrantes es el bien común; muchos de ellos lo hacen para gloria de Dios.
Lo contrario a ser responsable, es ocuparse exclusivamente de uno mismo. El estilo de vida de la persona egoísta es el más desaconsejable; pues quien vive solo para sí, su vocación, su trabajo, su empresa, sus estudios, su casa y para aquellos con los que elige codearse, se engaña con un falso sentido de responsabilidad. Son las personas a las que a menudo escuchamos decir muy convencidas:
“no hago mal a nadie, deseo lo mejor para todos”; “no me entrometo con nada ni nadie”; “yo cumplo con mis deberes, los demás que cumplan con los suyos”; “si a mí me va bien viviendo así ¿por qué no hacen lo mismo los demás?”; “¿por qué debo ocuparme de los necesitados, si el Estado nos saca los impuestos para ocuparse de ellos?”; y muchas otras frases “responsables” para justificar su conducta social pasiva.
Desde hace pocos años se habla no poco de la responsabilidad social corporativa (RSC) o empresarial (RSE); por todas partes se dan cursos, se organizan simposios y se crean equipos de concienciación y formación en estas áreas. Desde las Cámaras de Comercio y de Empresarios buscan establecer mecanismos por medio de los cuales persuadir a individuos y organizaciones para que asuman su responsabilidad social. Paralelamente, han surgido gran cantidad de “educadores sociales” que cobran para capacitar a individuos y organizaciones.
NUEVOS TÉRMINOS LINGÜÍSTICOS
Se ha instalado en nuestro lenguaje cotidiano una serie de términos desconocidos para la mayoría un par de décadas atrás. A ello han contribuido los medios de comunicación, industria, comercio, centros de enseñanza, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. Ellos son expresiones y términos tales como
desarrollo sostenible;
medioambiente; ropa, comida y turismo
ecológicos;
calentamiento global;
cambio climático;
recursos renovables;
economía verde; materiales de
baja energía, para citar sólo algunos.
En un mundo manejado por gobernantes enceguecidos por su ambición de poder, vemos a muchos de ellos jugar a las escondidas para no asumir su plena responsabilidad frente al fracaso. Escuchamos a algunos de ellos justificarse con eufemismos semejantes a “el Estado de bienestar sufre las consecuencias de los desajustes económicos”; “nadie desea vivir en una crisis financiera global”; “la sociedad organizada debe recuperar la fe en sus representantes”.
PSICOSIS EN EL MUNDO, DICOTOMÍA ECLESIAL
Por todas partes la ciudadanía envía señales que nos hablan de la preocupación instalada en muchos desesperados por el temor a lo desconocido o paralizados por la posibilidad de tener que volver a un pasado que ya daban por superado. Pero también aparecen unos cuantos (que cada vez son más) buscando soluciones duraderas, con genuina responsabilidad social.
En este contexto,
resulta llamativa la persistente pasividad característica de muchos creyentes a los que invitamos a participar en cualquiera de los temas de actualidad y de quienes recibimos esta tajante respuesta: “somos testigos de Jesucristo, no activistas sociales”.
Esa tradicional costumbre basada en una falsa dicotomía entre lo secular y lo espiritual, no es compatible con el evangelio de las buenas nuevas encarnado en la persona de Jesucristo.
Dios se hizo hombre en Jesús de Nazaret para demostrarnos que nos ama como individuos en el contexto de nuestras circunstancias cotidianas y terrenas. No nos llamó Dios para recluirnos entre cuatro paredes, aislarnos del mundo y estudiar nuestro comportamiento como si fuésemos cobayos de ensayo. Nos llamó para alumbrarnos con su luz admirable y revelarnos su propósito de redención, y para que irradiemos esa luz y conocimiento a los condenados que aún viven apoltronados en su aburrida religiosidad; o son impermeables al dolor ajeno; o se obsesionan con el fútbol, lo oculto, la pornografía, el tener cada vez más o el discurso verborrágico; o pavonean su hiriente hipocresía; o desfilan orondos su autosuficiencia ante los demás; o niegan tozudamente la realidad huyendo de la razón.
Quienes se oponen a este llamado para reconciliar al mundo con Dios, responden a intereses opuestos al eterno propósito revelado por el Espíritu Santo. No hay términos medios.
Este es el contexto en el que nos preguntamos: ¿van de la mano responsabilidad social y fe?
EL AMOR ES RESPONSABLE
El amor de Dios no es un sentimiento abstracto, es un poder real; no es un poema platónico, es una acción transformadora; no debiéramos entenderlo sólo como una virtud teologal, sino como un rasgo definitorio de la personalidad divina. Dios es amor; pero no
eros sino
cáritas, filos y ágape; se deja ver de múltiples maneras, dándose todo el tiempo en favor de sus criaturas y su creación, pues en ellos ha invertido su propósito eterno de gloria.
Precisamente el amor de Dios quedó demostrado en que siendo aún nosotros pecadores Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8). Nadie, jamás, hizo algo de semejante grado de responsabilidad por otro.
Por esa acción única y maravillosa el creyente en Cristo es una nueva criatura; sabe que todas las cosas son hechas nuevas. Pero, ¿vivimos esa fe como agentes de cambio? ¿O nos conformamos con que Él nos haya cambiado a nosotros?
Si Dios se ocupa de Su creación con ese amor tan responsable ¿cómo puede cualquiera de sus hijos o hijas decir que ama a Dios y obrar de manera diferente a la Suya?
Mientras escribo estas reflexiones quedo expuesto ante Dios y mis semejantes. Conozco que sólo Dios es el Justo Juez, pero que soy responsable de juzgar qué está bien y qué está mal, qué cosas lícitas me convienen y cuáles no
3. Después que subordino mis objetivos a Su propósito, voy descubriendo vez tras vez, que yo sí – a diferencia de Caín- soy guarda de mi hermano; este reiterado descubrimiento me obliga a ser proactivo; me impide ser pasivo.
INVITACIÓN ABIERTA A TODOS
Cuando comenzamos este blog, hace seis meses, dijimos que era una plataforma para que todos los que desearan expresarse, la usaran libremente. Os invito a enviar vuestras opiniones, objeciones, inquietudes, preguntas y contribuciones sobre esta propuesta:
Responsabilidad Social y Fe: ¿Van o no de la mano? ¿Por qué?Vuestros escritos no deben exceder las 200 palabras; si lo hacen hemos de resumirlos hasta esa extensión para que haya espacio para otros. D.M. publicaremos vuestras respuestas los domingos 12 y 19 de febrero.
Gracias por escribir a:
[email protected]consignado el nombre que deseáis aparezca al pie de vuestro escrito.
[1] Jean Jacques Rousseau (1712-1778) “Contrato Social” (1762); 2 John Locke (1632-1704) “Tratado sobre el gobierno civil” (1689);3 Juan 7:24; 1ª Corintios 10:23.
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